Quiero rozar tu cuerpo, besar tu boquita

Todos necesitamos a sonreír. Todos necesitamos un ángel. Todos necesitamos una almohada a la que agarrarnos las noches largas, para las que ya han pasado y para las que vendrán. Porque no sabemos lo que nos va a traer el día de mañana, sin ir más lejos. No podemos protegernos contra nada porque no es posible saber contra qué nos tenemos que proteger. Vemos lo que ha pasado: tristeza, rencor u odio; pero la vida nos tira una bola con efecto y aparecen cosas diferentes: arrepentimiento, perdón, soledad. Ahí es cuando necesitamos a ése ángel. Un ángel es aquél que cuida de ti, que aparece, como un sueño, cuando menos te lo esperas y más lo necesitas. Es aquél que te quiere y vela tus noches, actúa como un escudo ante cualquier adversidad del día a día, o de los días extraños, especiales o jodidamente grises. Y es entonces cuando piensas en alguien. En el ángel que aparta las piedras de tu camino, el que te agarra la mano tras cada caída y más fuerte cuando tiene miedo de perderte, aunque sea un segundo entre la gente. Es él quien inspira las notas de las cuerdas de la guitarra quizás adormecidas y hace que el bolígrafo se vuelva loco sobre las hojas de papel desnudas. Es aquél que haría increíbles las noches y mejoraría tus días, mirándote tranquilo e impasible cuando despiertas por las mañanas, haciéndote entender que cumplirá su promesa de ser tu propio ángel, aunque tu no accedieras a creerle. Esa persona que hace bonitos tus gestos, borra los problemas, se volatizan en el aire y se funden con la lluvia en las tardes de septiembre. Sin necesidad de alas te hace volar, y sin tener cara de niño te hará soñar. Pero, ¿y el mío? El ángel que yo necesito, ¿dónde está? No lo sé y me gustaría saberlo. Necesito saberlo. El ángel que me cuide, borre mis complejos, mis tonterías, ¡joder! que me calle con besos y no me deje tiempo para escribir estas cosas. Que venga, me mire y entre risas admita que está roto de amor. Necesito que lo haga y encienda hasta mi última fibra, que me haga brillar más que ninguna de esas estrellas que dicen brillar sin considerar mis ojos cuando vean a mi ángel. Las apagaremos todas, una cada noche, para quedarnos a oscuras y que seas tú mi luz. Te pido perdón por mis errores, por creer en demasiados ángeles, por encender quizás demasiadas luces, pero prometo darte todo si decides quedarte a mi lado. Haz tonterías y canta en mi oído mil canciones. Llámame bonita y hazme el amor que yo me encargaré de que sigamos vivos de deseo, de amor eterno, de risas y sonrisas. Porque quiero ser la grandeza de tu vida, esa quiero ser yo.

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