I don't care, I love it

Le estaba mirando en horizontal. Fue en un momento a la luz de las farolas de la calle tres pisos por debajo de nosotros, cuando me di cuenta que estaba enamorada de él. Y lo supe enseguida, desde el momento en que me bastaba tenerlo a mi lado rozándome la nariz con la suya a las 5 de la mañana. O incluso antes, cuando sólo buscaba respirar el aire que salía de esa boquita suya entreabierta a las mil posibilidades que la noche ofrecía. Y lo que más me gustó es que no elegimos ninguna de esas opciones, sino que hicimos nuestra propia versión, tan extraña y descabellada, pero tan nuestra a la vez, que ni en mis mejores sueños la habría imaginado tan perfecta. No sé cómo lo hace pero me estremece hasta límites irreconocibles, llenos de placer, infranqueables hasta ahora, y haciendo lo mismo consigue cien veces más, consigue que mi cuerpo responda a cada contacto de su piel, con sus dedos, o con el hielo de su lengua. Es simplemente increíble, porque lo que me hace sentir dentro del estómago no son mariposas, es una puta jauría de perros salvajes y hambrientos de él, que me despiertan los sentidos. Y es que su carita de niño cuando duerme es la única que quiero ver por las mañanas, y sus pestañas rayando los primeros rayos de sol  de esos amaneceres que tantas veces ha visto,  y esos ojitos verdes abrirse perezosos para darme los buenos días con un apretón en el culo. 
Por eso le quiero, ¿vale?

Comentarios

Entradas populares