Que me muero por escribirte, amor

A ver cómo te lo explico. Te conocí de rebote, de casualidad, incluso un golpe de suerte diría, aunque no crea en esas cosas. Pero el caso es que llegaste. Ahí, con una sonrisa de medio metro, y lo mejor, por mi culpa. Desde el minuto uno tuvimos esa extraña conexión que te dice que hay que pisar el freno, cambiar de marcha y armarse de paciencia, que esto no era para un ratito. No me equivoqué, aunque admito que los primeros días lo pasé mal porque no estaba segura de que hubieras sentido ese chispazo. Pero sí. Desde entonces todo ha ido rodado. Ruedan los besos, los abrazos y las caricias, ruedan las palabras y cómo no, la risa, acompañada de la prisa. Prisa por tenerte a mi lado y no parar de besarte, prisa por contarte, mi amor, todas mis verdades, o parte de ellas. Prisa por hacerte parte de mi historia, de mis aciertos, de mis debilidades, hacerte rabiar, hacerte reír y hacerte el amor en cualquier parte. Esa conexión que nos trae locos a los dos, esa forma de mirarnos y extasiarnos en cada batalla, en cada guerra de tu lengua contra la mía, sentirte dentro y fuera, las 24 horas de cada puto día. Y ni cansarme, ni olvidarte. Siempre soñarte, y créeme, lo digo en serio. Porque desde aquél día solo pienso en 'nosotros', como un todo, ¿sabes? Porque contigo sí. Contigo las cosas salen y los días me sonríen y las ganas me revuelven el estómago, qué mariposas ni qué cuento chino, yo tengo un gato ahí dentro que me araña porque quiere volver a verte. 'Miau' me dice. Contigo he aprendido a ver las cosas de otra forma, he encontrado una nueva perspectiva, porque tú me calmas a la vez que me inspiras, me desconoces a la vez que me recorres y me firmas. Contigo contigo contigo. Yo quiero un mundo contigo.
¿Qué me dices?

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