Sueño su boca

Anoche soñé contigo. Vaya tela, ¿eh? ¿Cuántos años han pasado? ¿Cuántos besos, caricias y noches en vela después? ¿Cuántos amores? Diría muchos, pero más bien son demasiados. Al final va a ser verdad eso que dicen de que el primer amor nunca se olvida, que está tatuado en algún lugar cerca del lado izquierdo, sin duda, porque tiene más de irracional que de otra cosa. Pero no se olvida. Se recuerda. Y ya sabes, recordar, del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón. Y ya te digo que tú pasas con frecuencia. Diría mucha, pero más bien es demasiada. Demasiada para haberte, supuestamente, olvidado. He soñado que reías a mi lado, que me mirabas con esos ojos rebosantes de complicidad en lugares donde no éramos más que compañeros, que me echabas de menos nada más darte la vuelta, que no podías soltarme la mano. He revivido un beso de despedida y he despertado con sal en los labios. Nunca creí que lo diría, yo, que soy el anti-todo, que no paso página sino que tiro el libro al fondo del pozo, pero anoche soñé contigo. Y eso no fue lo peor. Qué va. Lo peor ha sido la cara con la que he amanecido. Me asusta confesar que había una pizca de esperanza reflejada.

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