Invierno



Esa angustiosa sensación de estar al borde del colapso cada veinte minutos. Mirarse al espejo y ver una distorsión de la realidad paralela en la que habita el subconsciente, tergiversación de una imagen autoimpuesta por no se sabe qué proceso cognitivo anterior a toda existencia de razonamiento lógico. Lágrimas de quién sabe qué, si pasan por las mejillas sin identificarse y no es posible saber si rinden cuentas a la rabia, la tristeza o la resignación. Debatirse entre lo malo y lo peor sin ser capaz de atisbar un pequeño ápice de esa palabra que empieza por F y me da tanto miedo siquiera pensar. Porque tú no tienes derecho a ella. Desmontar las ideas y volverlas a engranar esperando obtener algo nuevo de unas viejas piezas usadas, gastadas, ásperas y sin posibilidad de recuperación. Porque es como una máquina que aplasta sin piedad todo lo que se encuentra sin preguntar cómo, cuándo o por qué. Resignarse a dejarse caer, poner la otra mejilla, tropezar con la misma piedra y hacer de tropas corazón. Todo a la vez. Todo el tiempo. Reír de mentira y llorar de verdad. Sentir el alivio que mata por dentro buscando víctimas desesperadamente, a toda costa, cueste lo que cueste, dejando a su paso un rastro de dolor y apatía interminable. Ahora mírame, respira, cógeme la mano y háblame. No me digas si me mientes. Pero dime que todo va a salir bien.

Comentarios

Entradas populares