Bonjour princesse,

Un día te despiertas y mientras contemplas los rayos de sol que entran por la ventana, te miras fijamente al espejo. ''Buenos días princesa'' te dices a ti misma. Te fijas en la pinta que tiene tu cara esa mañana. Te ha salido un grano en la frente, y piensas ''malditas hormonas de la juventud''. Tus ojos parecen cansados, quizás por falta de horas de sueño, quizás necesitan ver más cosas buenas. Haces un recuento de los últimos meses y enseguida desearías no haberlo hecho. Horror. No has sido lo que querías ser, no has disfrutado lo que te gustaría haber vivido, no has visto tantas cosas bonitas como te habría gustado. De repente, recuerdas momentos fugaces, puntuales; la risa cantarina de tu compañera de clase, la mirada cómplice que le lanzaste a tu mejor amigo en aquél instante, la sonrisa de ése chico que tanto te gusta, las palabras de ánimo que le dijiste a aquella amiga que tanto las necesitaba... Montones de piezas que completan el puzzle que le da sentido a tu día a día. De repente vuelves a la realidad y sonríes sin pensar. Una sonrisa auténtica. Tienes unos dientes muy bonitos y blancos que dentro de unos minutos estarán manchados de chocolate, tu hermano te ha preparado un desayuno especial por eso que tú ya sabes. Arrugas la nariz frente al cristal para ver tu peor cara. Te ríes a gusto. En lo que queda de día es imposible que estés más fea que en ese momento, y eso te consuela tanto que llegas riéndote a la cocina y abrazas a tu hermano con ganas mientras le dices ''hoy puede ser un gran día''.

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