Me enseñaste el límite de la pasión y no me enseñaste a decir adiós.

Es bastante difícil describir cómo me siento ahora mismo. Más de uno me llamaría masoquista, o simplemente estúpida por lo que he hecho, pero mi corazón dicta órdenes que mi razón ni siquiera se atrevería a cuestionar. Es extraña esta sensación de plenitud por haber llenado los minutos con su sola presencia, mezclada con esa permanente agonía, ese nudo en el pecho, como un agujero negro que se instaló ahí y que todavía no ha dado indicios de que se vaya a ir. Dejé todo por algo, aposté el cien sin pensar, porque cuando se ama nada es demasiado, me dejé llevar por los sentimientos alimentados por tardes de risas, noches de confesiones y momentos únicos que no cambiaría por nada. Y perdí. Me lo creí todo porque era la mejor oferta que me habían hecho nunca, la mejor opción, la historia más bonita de todas las que se han contado y se contarán jamás. Pero ya sea el destino, el mundo y sus contradicciones o el simple trancurrir de las cosas, rompió todo lo que entre dos habíamos construido durante años y arrasó con todos los deseos que le habíamos confiado a una estrella fugaz, con los planes que hicimos cuando aún la inocencia nos embargaba entre el calor de la arena y e frío de la orilla del mar a las ocho de la tarde. Entre los rincones de su habitación se quedaron los problemas, los gritos y las peleas que tan pocas veces tuvimos. Por el pasillo se había quedado la ropa, cayendo lentamente cada vez que el amor nos pillaba desprevenidos. Es por todo esto que ahora me siento rara. No hay otra palabra que lo describa mejor, aunque suene quizás demasiado simple, pero es así. Quizás debería olvidarme de ese amor que, con menos, me hizo sentir mejor de lo que nunca me había sentido con otros. Pero no. No es que no pueda, porque sé que sí puedo. Para olvidar un amor sólo hay que desearlo, porque si tú no quieres vivir en la mierda de estar siempre pensando en él, no lo estás. Pero como he dicho, es cuestión de querer, y como habrás podido deducir, yo no quiero. Y sí, seré imbécil, pero es que le llevo queriendo tanto tiempo sin darme cuenta que ahora me es imposible decidirme a olvidarle, porque no sería la misma sin él, o con él a medias. No hay persona que me dolería más perder, la persona más importante de mi vida, tanto que si me paro a pensar en que quizás dentro de unos años seamos como dos completos desconocidos, me entran ganas de llorar y no parar de hacerlo nunca. Quizás la estrategia de hacer como si la herida estuviera perfectamente cicatrizada no me ha salido bien, pero creo que no hay otra que dar tiempo a tiempo..

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