Yo tu Miami, tú mi LeBron
Me diste ganas de abrazarte,
pero contra la pared,
a la vez que hacías que de mis entrañas volvieran a surgir esas ganas
de vivir.
Vivir contigo.
Te pusiste debajo cuando me viste caer una noche
y me llevaste a casa cuando las piernas me fallaban.
Me mordías el cuello como si no hubieras comido
nunca.
Y tu mirada se ha quedado encerrada en la mía
por las noches
en las madrugadas sin dormir.
Y las preguntas de deshacían entre los dedos
muy adentro.
Pero ahora, aunque sea tarde,
te contesto.
Lo siento, no llevo hora,
lo que llevo es toda la vida esperándote.
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