No hay finales, solo nuevos comienzos

Un año más, y cómo no, 365 experiencias nuevas. 2012 ha sido un año tan cargado que tengo que ir casi día por día para acordarme de todo, para traer de nuevo cada palabra y recrear cada sensación. Aún así debo decir que no quiero hablar de dolor, de mis traumas, de mis complejos, ni de mis fallos, y mucho menos quiero hablar de amor. Sumamente difícil para ser sincera. Pero lo haga como lo haga llego a una conclusión, y es que a pesar de todas las hostias que me he dado contra esos muros que yo solita me pongo, de las lágrimas, de los montones de momentos que he querido mandarlo todo a la mierda, del estrés, de la frustración infinita y de tantas otras cosas malas, sigo teniendo a las personas que más quiero a mi lado. Las cosas han cambiado, ya no somos los mismos, ni unos, ni otros, pero los de verdad siguen estando ahí (aquí) a pesar de todo. Y gracias a ellos y a ellas, yo sigo aquí y todavía no me he desmoronado (aunque no prometo nada para el futuro), y he decidido aprender de todo lo que me ha pasado, y de lo que no también, porque como he dicho han sido muchas cosas que han hecho que este año pueda decir por fin convencida que he madurado (aunque siga siendo la misma, la esencia no se pierde). Y que, para mí, lo importante es que este año ha sido la primera vez que no me he acabado las uvas, que me quedé por la séptima. ¿Por qué? Porque me estaba muriendo de risa, y yo creo que eso sí es empezar bien el año. Gracias por estar ahí un año más aguantando y compartiendo conmigo. Feliz 2013.

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