Tu guerra todas las noches, tu tregua cada mañana

Te voy a decir lo que quiero de ti, pequeño. Quiero ser la grandeza de tu vida, la razón por la que sonríes por las mañanas, tus mensajes de buenas noches, tus horas muertas, las lágrimas que recorren tus ojos y tus mofletes hasta la punta de la barbilla, y la persona que haga que se vayan. Quiero ser tu fantasía, la princesa de tu reino, de tu cabecita, saber lo que te pasa por dentro y saber lo que necesitas para poder arreglarlo. Quiero que cuando estés triste vengas a buscar mi chispa de felicidad que estará para ti 25 horas al día, quiero ser la canción que cantarías en tu última ducha, tus aciertos y cada uno de tus errores, tus lecciones, tus ilusiones y tus manías, tus ganas de vivir y de hacerme sentir viva. Quiero ser cada respiración entrecortada, y relajada, y cada carcajada y todas tus tonterías, y las mías. Tu calor, tus escalofríos, tus abrazos que quitan los miedos, tus dos piernas, los hilos que te sujetan cuando te levantas, tu medicina y la única que te ponga malo. Quiero ser tu batalla, tu fondo de pantalla, tus regalos de navidad y tus tardes de verano. Quiero ser la persona más afortunada por tenerte a mi lado, pasear de la mano hasta sentir que morimos de sed, y bebernos el uno al otro, para ser tu tranquilidad, y también tus prisas. Quiero que vengas, que lo admitas, y que me digas que no sientes igual la vida si no estás junto a mí. 

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